21 mar 2007

Eclipse

Somos insignificantes. Ser tan poca cosa incluso nos hace libres. La otra noche la Luna se encontró en esa situación: una simple sombra la hizo desaparecer y, paradójicamente, fue esa circunstancia la que hizo que medio planeta le prestara más atención que de costumbre. Parecía que la Tierra se sentía culpable de condenar a la oscuridad a su satélite.
Yo estuve un buen rato mirándola, siguiendo el proceso por el cual pasaba de la luz a la penumbra. Y desde mi propia penumbra me sentí en igualdad de condiciones para comentarle mis dudas, porque somos, básicamente, sacos de dudas que se mueven. Insignificantes sacos de dudas. ( hay algunos por ahí que son sacos de mierda -perdonad la venganza, pero es que los hay-). Bueno, el caso es que le comenté a la Luna -mientras era absorbida por mi propia sombra- que era muy posible que este año no pudiéramos compartir con ella las Jornadas Setenteras, después de seis años de citas puntuales. Ella me escuchó en silencio, atentamente y con respeto, al tiempo que se hundía más y más en la oscuridad. También le confesé otras cosas que -tenéis que entenderlo- han de quedar entre ella y yo. Y cuando, ya por fin me desahogué totalmente, satisfecho de haber podido explicarme sin interrupciones, y Ella estaba a punto de ser poco más que una silueta difusa, confundida en el espacio, se produjo algo extraordinario...
Quiero pensar que fue una respuesta, en forma de interrogación, o de clave de Sol poco definida... Qué más da. La Luna me contestó a su manera, y yo entendí a mi manera: un eclipse es algo que pasa de vez en cuando, pero cuando sus efectos desaparecen, vuelve la luz, y nos ilumina de nuevo... Empecé diciendo que somos insignificantes: me reafirmo, pero somos más cosas... somos música, gesto, caricia, risa, deseo... Somos animales... y muy pronto demostraremos que podemos ser buenos Mamíferos.
Dedicado a Fosi y Olga.